miércoles, 28 de marzo de 2012

La responsabilidad de la “generación de los 70” y la crisis de la Iglesia Liberadora

Pedro Pablo Achondo ss.cc.

Esta afirmación lúcida de Libanio me da pie para dar cuenta de un vacío generacional y sus inmensas (y perjudiciales) consecuencias.

No es díficil constatar una brecha generacional entre aquellos que no solo soñaron con el otro mundo posible, sino que también trabajaron –hasta dar la vida– en su construcción; y aquellos jóvenes –y no tanto– que en nuestros días piensan, debaten, discuten, escriben, salen a las calles, son generadores de opinión en las redes sociales, lideran marchas, participan en foros mundiales y viven la vida cotidiana con la sensación de que ahora sí es posible –no sin desencanto y enfado.

Esta brecha es cultural. Social. General. Institucional. Política y ética. Aquí solo queremos, sencillamente, esbozar lo que desde nuestro parecer ocurrió y ocurre en nuestra Iglesia.

Ni Romero, ni Helder Camara; por nombrar dos personajes importantes de nuestra historia eclesial (y no eclesial) latinoamericana; fueron nombrados en las catequesis de primera comunión. Menos aún en la confirmación. Para qué decir de las clases de religión impartidas en establecimientos llamados católicos. ¿Por qué no? La respuesta es simple y lógica. Hubo una intención en esto. La trasmisión de cierta tradición es siempre intencionada. No hubo interés en hablar de Woodward o conocer al Jesús Liberador en los textos de Sobrino o Comblin. No hubo interés en estudiar el movimiento humanizador que Cardenal promovió en Nicaragua. Parte de la Iglesia simplemente lo omitió. A otra parte no le interesó. Y, no pocos se quedaron con caricaturas, fotografías y anécdotas de lo que fue una verdadera revolución. Revolución acompañada de un Concilio revolucionario, que se llevó a cabo hace tan solo 50 años.

Pero hubo una parte de la Iglesia a la cual sí le interesó. Encontró –porque lo vivió– aquí una fuente tan rica de Evangelio que comprometió su vida, su tiempo y su sangre en anunciar y proclamar la perla en medio del desierto. Surgieron, inspirados por buscadores y soñadores europeos, africanos, asiáticos; movimientos sociales, religiosos y religiosas comprometidos con el mundo obrero –¡por amor a Jesús y su vida nazarena!– brotaron comunidades pequeñas, fraternas, pobres y orantes. Surgían misioneros audaces, cristianos valientes, convencidos. Bullía un cristianismo de base, que caminaba en medio del pueblo, que no temía levantar su tienda en favelas, villas, poblaciones; entre indígenas, pobladores, mujeres explotadas y niños que vivían en las calles.

¿Dónde quedó todo esto? Algunos creen que nada de esto sigue en pie, mientras se continúa estudiando y pensando la fe desde el barro de los últimos del planeta. Algunos piensan que esto ya pasó o no dice nada a nuestro mundo, mientras aumenta el número de jóvenes sedientos de una Iglesia comprometida, profunda, sencilla y cercana. Algunos jamás escucharon hablar de esta tradición. Otros son expertos en Teología de la Liberación y siguen de cerca las palabras del primer Boff, de Ronaldo Muñoz, la agudez de Segundo, las denuncias proféticas del grupo de los 80. No pocos siguen encontrando en el universo eclesial-espiritual-teológico-social-cultural latinoamericano la fuente más rica para respirar el Evangelio de Jesús.

No obstante estos pocos –y no tan pocos– hay una responsabilidad que asumir. De parte de dos interlocutores. De forma sencilla, diremos el viejo y el joven. El viejo que luchó, construyó y soñó; y el joven que está descubriendo, bebiendo, deslumbrándose. He ahí la brecha. ¿Qué fue de la generación “transmisora”? ¿De aquellos que sin ser viejos, ni jóvenes conocieron, vieron, oyeron, leyeron y fueron participes de todo esto? Como dijimos hace un momento las razones son varias y hoy en día claras: política eclesial, miedo a “lo que olía a marxismo”, violencia contra, desencanto, frustración de un proyecto social acallado, e irrupcción de una sociedad hedonista, narcisista, individualista basada en el capital, el consumo y la mercantilización de la vida. Todo esto permeó a la Iglesia.

La responsabilidad hoy, entonces, se levanta como un desafío. Como una bandera esperanzadora. Los viejos deben asumir su responsabilidad: la tradición de la que hablamos no fue transmitida con la fuerza necesaria –porque la tradición jamás desapareció y sigue viva en minorías. Las consecuencias de esta falta (brecha) son evidentes. Los jóvenes deben asumir su responsabilidad: del deslumbramiento al fortalecimiento de la tradición. Las generaciones jóvenes, antes de que sea tarde, tienen la posibilidad (tarea) de asumir la sabiduría, historia, experiencia, vivencia, y sobretodo la palabra (buena noticia) de la generación mayor. Son otros tiempos, es claro, y aquella tradición tendrá que ser Palabra Viva que responda, acompañe y preñe de esperanza cristiana el mundo de hoy.

Desde siempre la Iglesia vivió y sobrevivió por tradiciones que fueron transmitidas; “yo recibí del Señor lo que les transmití” –dice San Pablo (1Cor 11, 23). Esta tradición que vive, busca y sigue luchando a la par de los olvidados, de los desconectados y marginados; merece y clama por ser transmitida, compartida y celebrada juntos en las pequeñas comunidades portadoras de la fe en el buen Jesús. Que el Dios Trino, verdadero transmisor de la Luz, nos guíe y acompañe en esta misión.

Pedro Pablo Achondo ss.cc.

6 comentarios:

  1. Me hace mucho sentido tu reflexión; yo recibí del colegio, católico, mucho respecto de Dios Padre, el que crea, el que perdona, y el que acoge, pero de Jesucristo, el que transforma con su ejemplo de vida y nos muestra el camino, poco... lo he ido descubriendo de adulta, y confio en que mis hijos tegan antes ese encuentro...

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  2. Pedro Pablo gracias por tu texto que nos plantea no pocos desafíos. Por un lado nos recuerda lo que se dice de la sabiduría indígena, que transmite por generación saltada, los abuelos a los nietos, porque son los abuelos y no tanto los padres muchas veces los que tienen el tiempo y la sensibilidad para compartir con los que se abren al mundo, lo que fue su historia, sus luchas y su manera de pensar, mientras el mundo adulto tiene que vérselas con lo práctico, con la eficiencia, y con el sostener la vida, muchas veces con dificultad.

    Por otro lado pienso que para dar consistencia a la tradición teológica latinoamericana, como parte del acervo teológico de la Iglesia en el mundo, y como aporte a esta, debemos profundizar nuestros conceptos teológicos con buena base filosófica, no bastan las declaraciones de intenciones, ni basta solamente constatar la realidad. Es necesario preguntar por la mirada que tenemos del ser humano, a la luz del misterio de Cristo, en medio de la iglesia y de la gran comunidad humana, diversa, en crisis, con búsquedas, con luchas e intolerancias. Por su puesto que uno se puede quejar de la jerarquía, de las censuras, de los etnocentrismos de toda clase, pero nadie nos exime a nosotros de la responsabilidad de reflexionar seriamente la realidad desde la fe, asumiendo la tradición (que nos vienen de América, pero también de más lejos) que hemos recibido.

    Gracias por la invitación interpeladora.
    Matías sscc

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  3. Pedro Pablo, muchas gracias por tu interesante reflexion. Yo pienso que la Teologia de la Liberacion sigue fecundando desde las profundidades a la Iglesia Liberadora en la que yo me forme;y esto es porque esta "Teologia" es un "Lugar", con tiempo y espacio real, y como todo "Lugar" es historico podemos descubrir todo lo se ha narrado/vivido y se siguen narrando/viviendo ... yo confio en que seguimos teniendo conexiones con todos aquellos luchadores, aunque esten muertos, seres misticos-profeticos que dejaron sus pasos forjados en las conciencias de los que estaban cerca y con las claves de una historia que se niega a desaparecer.
    Con carino, Maria Ester sscc.

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  4. Comentarios iniciales:
    1.- achacarle dificultades a la brecha generacional es una disculpa de muy antiguo repetidamente usada para explicar todo tipo de discordias, fracasos y etc. sociales y de cualquier índole. Incluso el llamado al desafío es eco de ello.
    2.- siendo católica que estudió en colegio mixto, laico de orientación luterana..... esta reflexión me parece de la edad media. De hecho, sacando autores y señas contemporáneas....pudo haber sido escrita en cualquier época cristiana
    3.- cuando se tiene acceso a educación en el extranjero, tratamientos médicos de todo tipo. Cuando nunca se corre el riesgo de estar cesante y las necesidades básicas están prácticamente aseguradas.... Tiene un tono ronco de sobervia el aludir -de cualqier forma- al "mírennos, nosotros estamos en el mismo barro de los pobres"....¿Cuántos pobres, y no tan pobres, qisieran vivir la pobreza de ustedes? (me refiero al clero aqí involucrado)
    4.- Creo que la esperanza real está en el LAICADO que no hace distinción de ningún tipo y acoge a quien sea porque su vida está tan profundamente enlazada en la fe que en toda creatura ve a DIOS. Y eso se logra viendo ejemplos de vida, pues, para finalizar a tono con un lugar común:el papel y los discursos aguantan todo.

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  5. Humildemente creo que por que la palabra que es transmitida, es la palabra que es vivida.
    Jesús, el Nazareno, no sólo se dedicó a enseñar, sino que también fue Palabra Viva, fue Verbo. Hoy en día no vemos eso, no vemos a Romeros, no vemos a Muñoz... ni desde la Iglesia ni desde el laicado (y muchas veces los que vemos son criticados).
    Miro con profunda tristeza que muchos de los que hablamos, pensamos y proclamamos una iglesia al estilo de Jesús, sólo nos quedamos en eso. En palabras.
    Falta riesgo, falta jugársela por completo por el amor al otro, por dejar las comodidades, las seguridades... falta confiar en ese Dios que tanto hablamos.
    Miro también con profundo pesar esa iglesia del poder, esa que tiene voz pública, que se aleja cada vez más de Cristo y su evangelio. Es necesario aprender a dejar los temores,a no sólo hablar de justicia sino que vivirla (dentro de nuestras comunidades, nuestras congregaciones, nuetras familias, etc.), y no sólo vivirla... luchar por ella!
    Ya no basta con rezar, pensar, hablar... hay que Vivir el Evangelio.
    Gracias por el espacio y la columna.

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  6. GRACIAS PEDRO PABLO, SÉ PERFECTAMENTE QUE ESTA COLUMNA ESTÁ HECHA DESDE LOS POBRES... NO ES UNA POSE, LO SÉ, LO HE VIVIDO... CON VOS.
    FALTA UNA GENERACIÓN, ES CIERTO Y BUENO LO QUE PLANTEAS.
    ME DA ESPERANZAS, PORQUE SI BIEN SOMOS MINORÍAS LOS LAICOS, CURAS, MONJAS, RELIGIOSOS QUE VIVEN LA TEOLOGÍA DE LOS POBRES Y CON LOS POBRES! NO SOMOS POCOS.
    Y POR SUPUESTO QUE DEBEMOS ANUNCIAR Y PRIMERO CON NUESTRO TESTIMONIO; SI NOSOSTROS SOMOS CAPACES DE VIVIR A LA LUZ DEL EVANGELIO DEL JESÚS DE NAZARET, LOS DEMÁS SE DARÁN CUENTA COMO PASABA EN AQUELLAS PRIMERAS COMUNIDADES. PERO TAMBIÉN ES NECESARIO MOSTRAR, INVITAR A LEER, ESTUDIAR TODO LO QUE NOSOTROS HEMOS LEÍDO Y ABSORBIDO DE TANTOS TEÓLOGOS Y SANTOS POPULARES COMO; ROMERO, BROCHERO, ANGELELI, MÚJICA, MADRE TERESA, DAMIÁN... PURA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN HECHA VIDA!
    SIGAMOS ENTRETEJIENDO ESPERANZAS PORQUE OTRA IGLESIA ES POSIBLE! Y NO HABLO DE ESPERAR A LA JERARQUÁ...
    UN ABRAZO EN LOS SAGRADOS CORAZONES DE JESÚS Y DE MARÍA QUE NOS ANIMAN A CONTEMPLAR, VIVIR Y ANUNCIAR QUE JESÚS ESTÁ EN LOS ROSTROS MÁS POBRES Y NECESITADOS.
    ANA

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SS.CC. DEBATES. Gracias por compartir tus comentarios.