*Pablo Fontaine A. ss.cc.
Nuestro país ha
entrado en una dinámica algo épica defendiendo la integridad de su territorio,
aparentemente amenazada por las pretensiones de Bolivia de obtener un acceso al
mar a través de zonas del norte chileno.
No sabemos a qué
resolución va a llegar finalmente la Corte de La Haya. Mientras tanto se cruzan
acusaciones y reproches entre personeros de ambos países como no habíamos
conocido hasta aquí. Hemos llegado a ese punto, entre otras razones, porque
ambos gobiernos han desarrollado una campaña publicitaria importante para
asegurarse la adhesión de sus pueblos. En ello ven los políticos que se juega
su honor y prestigio como figuras públicas, así como los de Chile.
El caso se ha
convertido en una verdadera contienda en que Bolivia empezó llevando la peor
parte cuando debía mendigar que se escuchara su reclamo en los foros
internacionales y ahora ha llegado a una situación sorprendente: lograr que el
caso se debata en la Corte de la Haya.
El asunto ha
tensado las relaciones entre ambos países, resultado que nadie desea. Uno se
pregunta cómo se sale de esta incómoda situación. No será una sentencia
judicial la que produzca el milagro de la armonía y mutua colaboración entre
ambos vecinos.
Lo que propongo sé
que produce escándalo, pero me parece un camino de Evangelio que no se puede
descartar. La fraternidad, la paz, el mundo más humano que deseamos, no va a
salir de acuerdos que partan de los intereses que cada uno defiende. Tienen que
brotar de un amor que busca el bien del otro con el mayor desinterés posible.
Los bolivianos
nacen y viven con una aspiración nacional: tener una costa soberana, bañarse en
un mar propio, tener sus propios puertos. A ellos les parece una broma de mal
gusto cuando oyen decir a los chilenos que Bolivia ya tiene acceso al mar
porque tiene facilidades para sacar sus productos por puertos chilenos.
Nos guste o no, esa
es la realidad que vive todo un pueblo que se siente humillado y frustrado
porque no solo perdió una guerra sino que perdió territorio y quedó
enclaustrado. Puede ser una ilusión creer que la economía de Bolivia va a
repuntar con una salida al mar. Pero ese sentimiento está muy vivo y nosotros
como país podemos buscar forma de saciar una aspiración tan sentida. Cristo ha
dicho: “Al que te pida andar mil pasos, ve con él dos mil”. Puede parecer una
locura, pero esa locura es la única que salva al mundo. Y no basta la
fraternidad vivida dentro de la propia nación. El camino de felicidad para el
mundo es la fraternidad universal.
Podrá decirse que
no tenemos derecho a sacrificar parte de nuestro ser común, el territorio
nacional; decir que en esas arenas nuestros padres dieron su sangre.
Yo sostengo que
nada enaltecerá más a Chile frente a sus vecinos y frente al mundo que hacer un
signo de generosidad grande e inédito. La Patria ganará un prestigio y un
respeto inesperado. Sus mismas fronteras estarán más seguras que nunca. Estarán
defendidas por la grandeza de su gesto.
Algunos arguyen que
nada de eso es posible porque hay que contar con el beneplácito del Perú. De
acuerdo. Hay un compromiso con el Perú que debemos respetar. Pero entonces que
se diga con claridad nuestra intención de entregar una salida al mar a Bolivia
y que, cuando el Perú exprese su posición, también podamos decir de dónde viene
la imposibilidad, si la hay.
El día en que
Chile, con toda libertad, le ceda algún territorio soberano a Bolivia, será un
día grande para toda América. Tal vez para el mundo. Especialmente lo será para
Chile cuya nobleza de alma será reconocida por las naciones.
Ese día quedará
claro que este país se interesa no solamente por su propio bienestar, sino
también por el de los vecinos. Que para nosotros, chilenos, ellos son muy
importantes. También son hijos de Dios y hermanos nuestros.
Ese día pasará a
ser secundario lo que digan los tratados. Se reconocerá su validez, pero serán
sobrepasados por la solidaridad entre vecinos y el gesto de una ancha amistad
entre naciones hermanas. Dar dicho paso no indicará falta de patriotismo. Por
el contrario, será una muestra de sincero cariño por nuestro querido país.
Ya no estaremos disfrutando solos de una larga
costa y su hermoso mar. Veremos a los niños bolivianos jugando alegres en arena
propia.
Y nosotros participaremos de esa alegría según
aquello de que “hay más felicidad en dar que en recibir” (Hechos 20, 35).
*Pablo Fontaine es religioso de los Sagrados Corazones. Vive en La Unión hace 20 años.
*Pablo Fontaine es religioso de los Sagrados Corazones. Vive en La Unión hace 20 años.
Muy de acuerdo aqui con Pablo, es hora ya de dejar definitivamente atrás conceptos caducos de un territorio nacional sagrado que hay que mantener a toda costa, hasta el último cm. cuadrado. Y no tanto porque sea un anhelo muy sentido por los vecinos bolivianos, sino que simplemente porque es de justicia.
ResponderEliminarSi bien Pablo se manifiesta partidiario de una actitud de generosidad y entrega no entra a detallar propuestas concretas, y eso es lo que yo quiero hacer a continuación.
Como primera medida se pueden fácilmente implementar muelles propiamente bolivianos en Arica, Iquique, Antofagasta y donde sea menester. En Arica ya hay un muelle peruano, bien puede haber uno boliviano, con régimen consular y agentes aduaneros propios. No se trata de ceder territorio de modo que no hay que pedir permiso a nadie, ni en Arica ni en Iquique.
En segunda instancia Chile se debe poder plantear la cesión de una franja costera, o sea un corredor no de oeste a este sino de norte a sur, de unos 60 kms. más al sur por ej. en la zona de Cobija que ya fue puerto boliviano, con una extensión hacia el interior de unos 20-30 kms. Entre ese enclave soberano y el territorio boliviano se establecen carretera y linea de F.C., lo que en nada quiebra la continuidad del territorio de Chile hasta la misma Linea de Concordia con el Peru.
Una solución como esa en nada perjudicaría a Chile y traeria en cambio la enorme ventaja de permitir una relación más normal y armoniosa con nuestro vecino país, que con justa razón reclama una salida al Oceáno Pacifico.