lunes, 26 de octubre de 2009

LOS SANTOS ¿PARA QUÉ?

Los santos… ¿para qué?

Enrique Moreno Laval sscc

La reciente canonización de san Damián de Molokai y la cercanía de la fiesta de “Todos los Santos” (1 de noviembre) nos plantea una pregunta interesante. En definitiva, ¿para qué sirven los santos?

A pesar de la creciente secularización cultural, subsiste una significativa cantidad de creyentes que parece fundamentar su creencia estableciendo su confianza sobre personas consideradas públicamente (canónicamente) santas; a quienes se recurre en busca de favores particulares, sobre la base de que serían poderosos intercesores ante Dios. Un Dios, en este caso, considerado reacio a conceder lo que con tanto fervor algunos seres humanos angustiados le solicitan.

Hay casos extremos. En un determinado templo de centro de ciudad, a los pies de una imagen de santa Rita, están disponibles hojas explicativas que señalan sin ningún pudor: si usted reza esta oración, señalando en el momento adecuado lo que pide, y agrega tales padrenuestros y avemarías, lo solicitado se le concederá al cabo de siete días. En un santuario popular del sur de país, de presencia masiva en los días de la fiesta del santo, asisten creyentes a quienes sólo les interesa “pagar la manda” (en dinero) porque ha resultado lo que han pedido y este santo suele ser “muy cobrador”. En otro santuario, de data más reciente, cientos o miles de devotos acuden para conseguir resultados express, es decir, rápidos, expeditos, a las peticiones que presentan.

¿Para esto son los santos? Sin faltar el respeto a la buena fe de estas personas, habría que señalar con absoluta claridad que por ese camino vamos en una dirección muy equivocada. Se ha perdido el sentido más propio de la confianza puesta en Dios y tan sólo en él: el Dios que es Padre de todos, según la enseñanza de Jesús, y que tiene una especial preferencia por los pequeños, por los ignorados, por los que sufren, por los pobres de la tierra; y que hacer salir el solo sobre buenos y malos, sin distinción. Pero, para algunos, este Dios permanece demasiado lejano. Se confía entonces en unos “intercesores” que podrían hacernos lobby ante Dios, para que se aplaque, se ablande y se apiade de nosotros de una vez por todas.

Y a todo esto, ¿dónde queda la persona de Jesús? Él es el único intercesor ante el Padre y no necesitamos otro mediador. ¿No podríamos emplear toda esa energía desplegada tras los “santos” y “santas” para buscar a Jesús en los evangelios y en la vida de todos los días, para profundizar su enseñanza, para celebrarlo a él y aprender de su actitud ante el Padre Dios y ante la humanidad? ¿Cómo hemos llegado a este punto en que la persona de Jesús queda velada por aquellos que se esforzaron por ser tan sólo sus testigos? Ellos mismos no aceptarían una forma de culto que empañara la presencia salvadora de su único Maestro y Señor.

Siempre es tiempo oportuno para corregir esta distorsión que puede llevarnos a convertir a los “santos” en fetiches y a desconocer la única acción salvadora de todo lo humano desplegada por Dios el Padre, expresada en nuestra historia en el rostro de Jesús su Hijo, animada hasta el fin de los tiempos por su Espíritu. Como Iglesia no podríamos prestarnos para seguir manteniendo, y menos estimular, una situación como ésta.

¿Para qué entonces sirven los santos? El cardenal Francisco Javier Errázuriz nos proporcionó una clave de respuesta en su homilía del 21 de octubre pasado, cuando los hermanos y hermanas SSCC de Santiago celebraron a san Damián. Dijo: “Mis hermanos y hermanas, los santos son compañeros de ruta que nos ayudan a ser mejores discípulos y misioneros de Jesús con el simple testimonio de su propia vida. Para esto sirven los santos. Para ser modelos de vida cristiana. Pero modelos interpelantes, cuestionadores, por lo tanto incómodos, pero fuente de vida gozosa y llena de esperanza para el presente y futuro de la humanidad. San Damián debería ayudarnos a recuperar este original sentido de los santos en nuestra Iglesia. Por eso lo importante para nosotros ahora será sacar las conclusiones que la vida de San Damián nos propone para nuestra vida cristiana de hoy: cómo nos interpela, a qué nos invita, a qué nos desafía en lo personal y en lo comunitario”.

Se trata efectivamente de “recuperar este original sentido de los santos en nuestra Iglesia”: modelos, testigos, compañeros de camino, que animan, interpelan, desafían, motivan, ayudan a crecer. Y en esta categoría deberían caber todos aquellos hombres y mujeres de toda la historia –de toda raza o nación, cultura o religión, creyentes o no– que por su esfuerzo por humanizar la vida son santos y santas a los ojos de Dios.

6 comentarios:

  1. Muy interesante reflexión. Más que modelos de vida o compañeros como señala el artículo, se piden "recompensas".
    Pero hay dos problemas con el tema de los santos.
    El primero, desde la Santa sede se insiste en el tema de los "milagros" para considerar hábil una persona diga de santidad. ¿Acaso no basta su puro testimonio? Acaso, efectivamente, habrá una intervención de Dios contraria a las leyes de la naturaleza y, más encima, arbitraria porque a veces sí y a veces no?
    Pero lo segundo es el encierro permanente de la Iglesia al mundo. Uno de los signos de los tiempos más elocuento es la independencia de la tutela eclesial. es una especia de maduración vital, entre otras cosas. Más encima, la Iglesia es sostenida por la gente, sin embargo, a la hora de los "testimonios", más vale la vida de un religioso (siendo porcentualmente una inmensa mayoría).
    La vida religiosa es testimonial, qué duda cabe, mas se trata de un testimonio lejano a la mayoría de los creyentes (por su radicalidad o su sacrifio o lo que sea). Mucho más cercana y elocuente es el sencillo testimonio de los santos anónimos que pueblan el planeta, principalmente laicos que sostienen e irradian vida, sin luminarias y sin declaraciones a partir de un poder infalible.

    El catolicismo se ve cada vez más cerrado en sí mismo. La apertura, no es sólo formal sino que también estructural. Mientras pervivan en su seno categorías más propias de tiempos pretéritos, difícilmente el camino que ofrece será atractivo. Es cierto, tenemos a Damián, pero a su ladito está san José María ¿Es que no hay diferencia? Además, los modelos de vida deben transitar hacia personas más normales. porque así somos. Los que no tenemos vocación de héroes precisamos de testimonios que movilicen, pero desde su cotidianeidad y simpleza.

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  2. Es un muy buen cuestionamiento el que nos invita el texto de Enrique, ya que estamos elevando figuraras hacia la divinidad, sin percatarnos en su convicción de fe, entorno a jesus.
    Siento y creo que es una cosecha de un catolisismo conservador que se nutre y que se hace eco en las pequeña esperanzas de la religiosidad del mundo popular.
    Nuestro evengelio es siempre deasafiante y muchas veces nos arrebata privilegios y sueños privados, para transformar y colocarlos en manos de aquellos que hemos olvidados constantemente. Por lo tanto, mientras no seamos una cosecha de nuestro amados y enamorados rostros de jesus, los gestos vacios seguiran constantemente. Porque mientras nosotros no tejamos una rehumanisación personal y comunitaria, seguiremos endiosando a nuestro comapañeros de ruta, sino llevar su cuestinamiento a nuestros hermanos que sigue mirando el reino en los cielos y no construllendo; nuestro cielo en la tierra, como nuestro querido damian en molokai... el camino facil, superficial e individual se ha concretado porque nuestro andar lo ha permitido muchas veces en nuestros espacios que se tejen en muestra iglesia.

    Felipe Thomes

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  3. La pregunta es: entonces ¿por qué algunos sectores de Iglesia sostienen devociones como San Expedito? ¿Es legítimo mantener una especie de "súper mercado" devocional con una lógica mercantil aplicada a la religión? ¿De qué manera esto invita a los creyentes a ser mejores y auténticos cristianos? Supongo que no será porque entra más dinero... aunque fuera para fines buenos... Sería el colmo.

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  4. Creo que hay que responderse esas preguntas, desde la realidad que esta plasmada en las lógicas clientelitas, es decir, las lógicas de oferta y demanda.
    Mantener santos populares,desde mi mirada es para que aquellos que están en los últimos puestos de la fila tengan esperanzas en soluciones divinas, para que los mantenga en sus espacio y no vean a un DIOS encarnado en la fragilidad de un humano llamado Jesús.

    felip Thomes

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  5. El tema es complejo, me atreveré a dar algunos pasos en esto:Creo que habría que empezar por preguntarse cuándo(en cuanto a contexto histórico-cultural)y qué sentido se le dio al surgimiento de la canonización en la religión católica. El origen de esta costumbre da pistas para su mejor comprensión.
    Igual es importante considerar las características de los canonizados en relación a ser mayoritáriamente de vida consagrada, lo que puede dar una cierta sensación de exclusión. Además, ¿cuántas(os) Santas(os) hay que sean que pertenezcan a otras religiones? Me parece que los hay. Me surgen otras preguntas como: ¿quiénes son los responsables de enseñar la forma de relacionarse con ellos? Personalmente le he preguntado a distintas(os) monjas/curas y he recibido diferentes respuestas (independientemente si son de una misma congregación o no). El tema siempre ha llamado mi atención, porque si bien me parecen buenos testimonios de vida en la fe en cuanto a reconocerse, ellas(os) mismas(os), instrumentos de DIOS y ciertamente son muy agradables compañeros(as) de ruta, creo que sólo Jesús es verdaderamente Santo y por ello me pregunto de manera absolutamente errática: ¿qué sentirán aquellas(os) que son canonizados? y, si en vida lo hubiese sabido/sospechado, ¿qué hubiesen opinado?
    HALE

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  6. "Una creencia religiosa, decía un maestro oriental, no es una afirmación de la realidad. Sólo un indicio, una pista de algo que es un misterio y que queda fuera del alcance del pensamiento humano. En suma, una creencia religiosa no es más que un dedo apuntando a la luna. Algunas personas religiosas nunca van más allá del estudio del dedo. Otros se dedican a chuparlo. Y otros usan el dedo para sacarse los ojos...En verdad son muy escasas las personas religiosas lo bastante objetivas como para no detenerse en el dedo que está señalando. Y a estas personas que han superado la creencia se las considera, a veces, blasfemas"
    A modo personal creo que los Santos son esas personas que nos señalan la luna y por lo mismo son los primeros blasfemos de su propia época.

    María Ester, sscc.

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SS.CC. DEBATES. Gracias por compartir tus comentarios.