Paulo Álvarez
Poblador Población La Legua
Clotario
Blest Riffo (1899-1990) nació y se crió en un contexto de privaciones donde la
primera preocupación fue la subsistencia, el pan nuestro de cada día. Su
trayectoria de vida está marcada por el rigor, por su opción de seguir las
huellas de Jesús el Nazareno, por la entrega a los trabajadores y por un
compromiso irrestricto con los valores que le dan dignidad a la vida,
defendiendo ésta por sobre cualquier cosa. En particular en los no pocos
momentos en que la vida se hipotecó en Chile, exponiendo, como de costumbre, la
existencia de los hombres y mujeres que históricamente constituyen la
muchedumbre del país.
En las horas
terribles de este país, Clotario Blest optó, no sin contradicciones ni temores.
Optó por jugarse entero y sin tibiezas por los oprimidos de ayer y de hoy,
oponiéndose al sistema de muerte, incluso a riesgo de su vida. A
contracorriente de las definiciones del poder y de los beneficios personales,
que le hubiesen dado una posición más cómoda y segura. Se la jugó por hacer
entre los más, el inusual ejercicio de la justicia social.
Antecedentes
al respecto no faltan. En 1924 fue parte de la escasa concurrencia que en
definitiva respondió al llamado realizado por el líder sindical Luis Emilio
Recabarren con objeto de alertar a la sociedad chilena del peligro de una
posible dictadura, luego del golpe provocado por la oficialidad joven del
ejército. Acto que terminó en un profundo fracaso, dando pábulo al suicidio de
Recabarren.
A contracorriente
de las prácticas divisionistas en el seno del mundo obrero, del levantamiento
de una bandera partidista, de la intervención estatal que habían provocado
entre otras cosas que los trabajadores estuvieran sumergidos en luchas marcadas
por el fracaso, levantó la ANEF (Asociación de Empleados Fiscales) y años más
tarde la CUT (Central Unitaria de trabajadores).
Pronto su
figura se volverá incómoda no solo para el poder estatal (quien lo encarcelará
en más de veinte ocasiones) sino para toda forma de ser y hacer falaz, tibia y
desleal. Quizá eso explica que no sólo desde el gobierno haya sido maltratado y
acusado de todo para desacreditar su inclaudicable persistencia humanista, su
condición cristiana y opción temprana por la vía no violenta que Gandhi había
promovido. También desde el mundo de los trabajadores fue tratado con desdén acusándolo
incluso de traidor.
A partir del
11 de septiembre de 1973, Clotario Blest levanta la primera organización de
derechos humanos del país (CODEHS) teniendo especial cercanía con los
familiares de detenidos desaparecidos, donde abundaban las mujeres, con quienes
se hace compañero de camino y de lucha. En cada acto de denuncia contra el
régimen está; encadenándose junto a ellas en las rejas del ex congreso
nacional, orando sobre los hornos de Lonquén, participando de las
movilizaciones de protestas durante la década de los ochenta, llamando la
atención (1988 y 1989) a quienes quisieran escuchar que no se podía pactar la
democracia a través de plebiscitos negociados.
Don Clotario
intentaba ser coherente con lo que él mismo había declarado años atrás cuando
se inició la dictadura militar “Sentí,
además que desde el comienzo de este drama mi deber era no esconderme ni
asilarme, sino quedarme en Chile, ayudando a los perseguidos que pudiera y como
lo manda Cristo (…) Me hice una promesa al día siguiente: mientras durara esta
tiranía no me cortaría más la barba (…) nunca Chile había pasado por una
dictadura tan implacable y feroz como esta (…) la tortura es peor que la
muerte, pues se muere moralmente” (Echeverría, 1993).
Cuando se
terminó la dictadura y se reiniciaron las instituciones democráticas Clotario
apenas se recortó la barba. Este septiembre recién pasado se acaban de cumplir
cuarenta años de la imagen más duradera de la memoria colectiva del Chile
actual. Como nunca antes la memoria, esa misma que se forjó entre la
obstinación y una alteridad negada como comunidad país, fluyó sin las
contenciones de siempre. Es decir sin los miedos, represiones y (auto)censuras
que hasta ahora arrastraba.
Ver y sentir
el Chile actual, es internalizarse en las contradicciones de una memoria que
deviene desgarrada, a la vez que esperanzadora de un país marcado por el
crecimiento sin distribución y la neoliberalización de la economía, política y
prácticas sociales, a la vez que una parte mayoritaria de la sociedad demanda
por un país más democrático, en dignidad e igualdad de condiciones vividas como
derecho, entre las cuales la verdad y la justicia se impongan.
En medio de
tantas cosas rotas, parece que el rostro de este hombre diminuto físicamente, no
obstante su inmenso coraje, nos interpela.
Gran persona Don Clotario Blest. El texto da cuenta de la consecuencia de vida de este hombre que, inspirado en el evangelio, llevó una vida de entrega, compromiso y lealtad con Jesús. No entiendo ni comparto el título de este comentario.
ResponderEliminarClotario,el santo obrero,pero que lástima ya olvidado por muchos chilenos por los
ResponderEliminarcuales el se jugo la vida
. Al igual que Alberto Hurtado no claudicaron nunca en la defensa de los derechos de los trabajadores