lunes, 7 de noviembre de 2016

Colombia: presencia que abre esperanza

*Por Arnoldo Fernández Castañeda ss.cc. 



Después de 52 años de guerra durante los cuales los colombianos hemos vivido el drama del conflicto armado, donde miles de personas han dado su vida por defender un ideal y otros tantos han o hemos sido víctimas de la misma, uno se pregunta ¿Cómo encontrar misericordia en medio de la violencia? ¿Cómo perdonar a aquellas personas que han torturado, secuestrado y matado a mis seres queridos por el simple hecho de no negar un favor a un grupo armado que ha pasado por mi casa pidiendo que les den agua o comida?

Precisamente, esto es lo que no entienden aquellas personas que he escuchado cuando he estado en lugares de conflicto armado, familias que han sido víctimas de la guerra, tanto de grupos armados al margen de la ley como de los mismos grupos legales militares de mi país. Ante esta confusión e hipótesis que uno va haciendo como religioso, es a la vez un desafío y oportunidad para no quedarse callado ni pasivo ante el dolor y el sufrimiento, así poder anunciar la misericordia, la justicia y la paz en medio de la guerra. Por ello, en este breve comentario quiero expresar el rol que ha tenido la Iglesia en medio de la guerra y lo que hemos podido hacer nosotros como Congregación religiosa. 


Lo que ha hecho y vivido la Iglesia ante el conflicto armado


Cuando se nace en un país muy católico que está en guerra, donde se ven militares por todas partes y todos los días alguien muere ya sea por una bala, una bomba o una mina antipersona, empieza uno a buscar ya no solamente la protección de un grupo armado, sino que la fe en Dios se vuelve muy fuerte porque es el único que le da fuerza para seguir sobreviviendo en medio del terror. 

En este sentido, la Iglesia ha tenido un gran protagonismo porque no solamente en medio de la guerra han surgido muchas vocaciones, sino que aquellos hombres y mujeres y que han respondido al llamado de Jesús y su Evangelio liberador, que no puede callar ni tolerar las injusticias ni el dolor que deja una guerra de más de cinco décadas, la Iglesia ha estado presente dando fuerza, esperanza y consuelo a aquellas familias que les ha tocado nacer y vivir en medio del conflicto armado. 

No ha sido fácil tener el coraje profético para denunciar toda clase de injusticias y abusos que ha habido por parte tanto de los grupos al margen de la ley como de las mismas fuerzas militares del Estado. En todos los esfuerzos que se han hecho y se están haciendo por la paz, la Iglesia ha estado presente, no como grupo político ni a favor o en contra de, sino a favor de la paz, la vida, el derecho y la dignidad como mediadora en resoluciones del conflicto. En este sentido, se ha ganado el prestigio tanto de los grupos al margen de la ley como de los grupos militares del Estado. 

Un ejemplo de ello, ha sido cuando han entregado personas que están secuestradas. Casi siempre se pide que alguien de la Iglesia Católica esté presente en ese momento, yo creo que además de tener un sentido religioso, da confianza, tanto a los grupos al margen de la ley como a las mismas fuerzas militares del gobierno. Este es un buen gesto y a la vez un compromiso profético que debe tener la Iglesia ya que se da esta oportunidad de ser mediadora y reconciliadora en medio del conflicto armado. Pero no todo es color de rosa, también hemos tenido mártires, varios sacerdotes, obispos y religiosos/as que les han silenciado su voz acabando con sus vidas. 

Este es el riesgo que se corre cuando hay una Iglesia comprometida con la justicia y la paz, cuando la misericordia vence el odio, pero a la vez seguimos siendo un obstáculo para los corazones violentos que creen que todo se puede solucionar por medio de las armas. La zozobra que provoca la violencia debe despertar el compromiso de no desfallecer en seguir anunciando un Reino de misericordia y justicia, aunque haya que dar la vida misma como lo hizo Jesús. 

 

Lo que hemos podido hacer como SS.CC.


Desde nuestro espíritu reparador que lleva encarnado la misericordia de Jesús, hemos estado y aún estamos en contextos donde la violencia ha dejado muchas heridas a causa del conflicto armado. No es lo mismo leer o ver una noticia por los medios de comunicación que estar presente en los lugares donde se vive en carne propia el drama de la violencia.

Nosotros como SS.CC, estamos acompañando procesos de perdón y reconciliación, invitando a ser misericordiosos, tanto a las víctimas como a los victimarios. No es fácil hacer un proceso de perdón hacia el otro cuando la víctima ha sido desplazada por la violencia, le han matado a su familia delante de sus ojos, fue reclutado/a desde su infancia para ir a la guerra y lo que más desea en ese momento es la venganza. Ese es contexto que se vive en muchas regiones del país.

Actualmente tenemos una obra en la región del Huila, municipio de Algeciras, al sur del país que es considerada como zona roja (presencia permanente de la guerrilla). Este es un lugar donde han estado la mayoría de los grupos de al margen de la ley. Actualmente, hay presencia de las FARC EP (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia Ejército del Pueblo). Desde hace más de diez años que llegamos a este lugar la ola de violencia ha disminuido, no solo por la presencia nuestra sino también por todo lo que se ha hecho a nivel del Estado por lograr la paz definitiva y verdadera.

El aporte que he hemos hecho nosotros como Congregación religiosa y desde la misma experiencia que he vivido cuando voy a misión, es desde nuestro mismo carisma centrado en mostrarnos como una familia más en medio del conflicto y la muerte, mostrando el rostro misericordioso y reparador de Dios ante tantos rostros desoladores y angustiados que uno se encuentra en las calles y familias que visita.

La presencia nuestra en medio de ellos abre una esperanza, porque, aunque sientan que el gobierno en muchas ocasiones los deja en medio de las balas, Dios nunca los abandona, así logran compartir su dolor y ser escuchados, recibiendo al menos palabras de consuelo y esperanza. Nosotros nos convertimos en la voz de ellos y en escudo que les brinda protección cuando las armas quieren imponerse y derramar más sangre. Gracias a Dios los hinchas de la guerra nos escuchan y respetan cuando nos manifestamos en contra de la violencia y las injusticias que viven nuestros pobladores urbanos y rurales. Actualmente Algeciras ha sido declarado semillero de paz y cada vez hay menos muertes y más alegría en los corazones heridos por la guerra. 

Arnoldo Fernández Castañeda es colombiano y religioso de los Sagrados Corazones. Actualmente es formado en la Comunidad internacional de profesos, en Chile.

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