"En el año de la misericordia que nos invita Francisco junto al llamado profético y urgente de cuidar la casa común, Juan Alsina nos sigue moviendo a seguir a Jesús con la mayor profundidad de vida".
Hay silencios
que se oyen lejos. La humildad de Francisco, el pobre de Asís que nos hermana
con la creación y lo pobres, el hermanito Carlos de Jesús su mansedumbre lo
llevo a la inserción más radical entre los últimos. Esos silencios se oyen
lejos, en lo profundo del Dios escondido en cada ser humano.
Por estos días
recordamos a Juan Alsina, sacerdote obrero del MOAC . Se insertó como
trabajador de la Salud en el Hospital San Juan de Dios de Puente Alto. Muchos
de sus compañeros de trabajo no sabían que era sacerdote. Su misión fue estar
presente en el mundo del trabajo como uno más. Lo hacía impulsado por una
Iglesia que asumió que su lugar es estar entre los despojados de todo poder al
modo de Jesús de Nazaret. Encarnarse entre los últimos y en los que luchan por
su dignidad. El vio como Ronaldo y tantos otros que había que formar parte de
este esta nueva Iglesia que surgía en
torno al Concilio Vaticano II en América Latina. Esta iglesia reacciona con
indignación por las injusticias de la sociedad, porque ve allí la pasión que
sufrió Cristo que se prolonga en el sufrimiento de los pobres y del planeta.
Asombra porque el Dios de la vida está presente en las respuestas creativas de
los humildes para salir adelante y se compromete con el proyecto de Jesús.
El año 1973 el formaba
parte del sindicato de trabajadores del Hospital donde trabajaba. Se veía venir la represión. Se le dijo que se
escondiera porque los militares lo buscaban. El prefirió ir a trabajar, su
lugar era estar con sus compañeros de trabajo. Lo rezo, lo medito, lo puso en
manos del Señor y decidió presentarse a su trabajo. Dejo en su habitación un
pequeño escrito con citas bíblicas, que inspiraron su discernimiento:
“ Si el grano de trigo no cae en tierra no
da fruto”
“El vino nuevo se pone en odres nuevos”
“Nos llevan como ovejas al matadero”
Lo tomaron preso
con otros nueve trabajadores, ocho hombres una mujer, doctora del hospital. A
todos los mataron menos a la doctora, tal vez por ser mujer. Ella cuenta que no
sabía que Juan Alsina era sacerdote, después lo supo.
De los años que
han transcurrido a la fecha todos los años se celebra una misa en su nombre y
de tantos otros que sufrieron esta muerte injusta.
A los que hemos
prestado a atención a Juan Alsina nos llega un impacto profundo con lo mejor
del evangelio de Jesús. Nos lleva a las convicciones, a las opciones
fundamentales, esas que brotan con el encuentro profundo con el Dios de la Vida,
en medio de las injusticias de la ciudad que construimos. Ese encuentro
profundo que solo se produce en el huerto de los olivos o al pie de la cruz, a
la hora de comprometerse o no con la voluntad salvadora del Padre Dios.
Esto no es otra
cosa que la opción de Dios por los que padecen injustica. El Padre Dios, con el
mayor amor nos envía a su Hijo, para estar con los empobrecidos de la sociedad
injusta que hemos construido. Está con nosotros como fuente inagotable de
esperanza y sufriendo la suerte injusta de los pobres hasta la expoliación y la
muerte en cruz. Está con nosotros por la gracia del Espíritu Santo en la vida
de las comunidades y las organizaciones sociales, en los hombres de buena
voluntad que se comprometen por transformar la sociedad y cuidar la casa común.
Jesús de Nazaret esta sin poder sufriendo con los que padecen injusticia, pero
solidario y amigo, animando la resistencia ante el castigo injusto. Despertando
la creatividad de personas y organizaciones.
Juan Alsina y
con él la Iglesia de la época opto por estar con sus compañeros de trabajo y
correr la suerte de los injustamente ajusticiados, al modo de Jesús, su amor
fue hasta el extremo. Pero el testimonio de Juan Alsina no solo nos revelo su
compromiso radical de solidaridad con los trabajadores al modo de Cristo, fue
más allá revelándonos el amor del Padre misericordioso. Con la mayor sencillez
perdono a su verdugo mirándolo a los ojos.
Juan Alsina une
a la lucha por la justicia la misericordia del Padre misericordioso, la
mansedumbre de Jesús al aceptar el castigo injusto reconciliado con sus
asesinos, porque también son víctimas de un sistema injusto que les impide ser
personas plenas, víctimas de una sociedad que necesita cambiar porque pone la
carreta delante de bueyes, los intereses y pasiones personales y colectivos,
por sobre el ser humano en comunión de hermanos con la creación toda.
Justicia y misericordia
son palabras que quedan rondando en el corazón. Estar con los que sufren,
comprometerse con sus luchas, dar el perdón al que me ofende. En el año de la
misericordia que nos invita Francisco junto al llamado profético y urgente de
cuidar la casa común, Juan Alsina nos sigue moviendo a seguir a Jesús con la
mayor profundidad de vida.
(*) Mario Soto es religioso de los Sagrados Corazones. Actualmente presta servicios en la Parroquia San Pedro y San Pablo en la comuna de La Granja.
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